Noelia Guzmán Funcasta JSC Sant Boi de Llobregat @ng_funcasta
El otro día leí un informe del Observatorio del Baix Llobregat del 2019, que trataba sobre la situación del mercado laboral. En este se reflejaba una vez más las desigualdades laborales que todavía atravesamos las mujeres. Una de las conclusiones que se extraen es que en los sectores de empleo donde tenemos un mayor índice de paro coinciden con los tenemos una mayor presencia: Actividades del hogar, sanitarias, servicios sociales y educación. Estos sectores se definen por tener una rotación laboral alta, salarios bajos, y unos horarios laborales que resultan complicados de compatibilizar con el trabajo doméstico y de cuidados, inclusive el autocuidado, y también tener espacio para el ocio. En estos sectores se encuentran las enfermeras, las gerocultoras, las empleadas de la limpieza, las profesoras o trabajadoras sociales, profesiones que son claves para el funcionamiento de la sociedad, pero es ahora, cuando nos encontramos en una situación crítica, cuando parecen cobrar un mayor protagonismo.
De una parte, tenemos a las enfermeras que se encargan de curar la vida de las personas afectadas por el virus, como también a las empleadas de limpieza que desinfectan las habitaciones de hospitales u hoteles medicalizados, en un intento de frenar la propagación. Por otra parte, se encuentran las gerocultoras y trabajadoras sociales que cuidan de las personas que viven en situaciones de vulnerabilidad específica, como las víctimas de violencia de género, las personas que llevan más de dos años de paro o las mayores de 65 años que habitan en residencias. Por último, y no por ello menos importante, las profesoras y maestras, que llegan a invertir más tiempo del correspondiente a su jornada laboral a rediseñar, planificar y ejecutar un plan docente con el fin de que el alumnado no pierda el curso, a causa de verse obligado a dejar de asistir a las clases presenciales.
Algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que tenemos para el 2030 son alcanzar la igualdad de género, promocionar el empleo decente y reducir las desigualdades. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se considera que un empleo es decente cuando este genera unos ingresos justos, proporciona una seguridad en el lugar de trabajo y una integración social. Si se realiza una revisión de los hechos se puede comprobar cómo estas profesiones están bastante lejos de reunir todas las condiciones de un empleo decente y es muy probable que su situación no varíe al acabar esta crisis sanitaria. Es importante ir más allá del reconocimiento esporádico por ejercer sus funciones en unas situaciones poco favorables. Como leí hace tiempo, basta de romantizar las situaciones de precariedad laboral. No sólo son heroínas si no también personas, que necesitan trabajar en unas buenas condiciones laborales para rendir al máximo, cuidar a sus seres queridos y también invertir en ellas mismas.
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