Alfonso Fernández Mañueco se ha proclamado, victorioso y empoderado, ganador de las elecciones autonómicas para las Cortes de Castilla y León, celebradas ayer. Su mensaje a la ciudadanía ha sido que “el mandato es claro de los electores, un gobierno del Partido Popular”. El pretexto de su convocatoria anticipada había sido la posible moción de censura a su gobierno, dado el intento en Murcia por parte de Ciudadanos y otros grupos. Es evidente, que esta afirmación es completamente falsa y que los resultados del Partido Popular, en un territorio donde habían hegemonizado el espectro político durante 40 años, han fracasado. El objetivo procedía por órdenes de Génova y era claro y contundente: destruir a Ciudadanos, desmovilizar a la izquierda y gobernar en solitario con una amplia mayoría.

Mañueco será probablemente el próximo presidente de la Junta de Castilla y León y es bien sabido que tal como afirmaba Santiago Abascal elocuentemente la noche de ayer “Qué cara de vicepresidente se le pone a Juan García-Gallardo”. El intento de duplicar el fenómeno Ayuso en otros territorios de España y conseguir una mayoría suficiente para gobernar en solitario, debe interpretarse como inválido en clave nacional, ya que el Partido Popular ha perdido en estas elecciones. La pregunta reside en qué ha perdido el Partido Popular a pesar de haber logrado ganar estos comicios. El PP ha cambiado, de facto, a su socio de gobierno, Ciudadanos, por la ultraderecha de Vox, que con 13 escaños tiene derecho a exigir su involucración en el gobierno. Cabe destacar que lo coherente, en una sociedad avanzada con una derecha decente, sería hacer un cordón sanitario a la ultraderecha, como hace el CDU en Alemania con AfD, y fomentar pactos de gobierno entre formaciones muy diversas para evitar que la xenofobia, la antidemocracia y el populismo lleguen a las instituciones. Pues bien, hoy hemos presenciado como, una vez más, el PP normaliza a la ultraderecha y le da alas para su crecimiento, posicionándose cerca de sus postulados y radicalizando su discurso. Además, la extrema derecha empieza a simpatizar con las demandas de los partidos localistas y regionalistas de la llamada “España Vaciada”, a pesar de que algunos provienen de movimientos sociales de izquierda. Su buen resultado en estas elecciones se debe a una pérdida de confianza con las instituciones y el sistema por el abandono del mundo rural, algo en lo que Vox está muy de acuerdo.
Lo que se produjo ayer en Castilla y León supone un peligro para nuestra democracia y es un preámbulo de un mensaje contundente: el Partido Popular ya no puede gobernar sin el apoyo o la coalición con Vox. Desde el Partido Socialista, hemos conseguido un buen resultado, pero no suficiente para ser la llave del cambio. Es importante mencionar, que el candidato socialista Luis Tudanca se ha distanciado del Partido Popular tan solo un 1,37% de los votos y 3 procuradores, además de haber ganado en 4 provincias. Así pues, podemos extraer varias conclusiones de estas elecciones tan importantes para evaluar el futuro político a nivel nacional. En primer lugar, es evidente un auge estrepitoso de la extrema derecha en nuestro país, una creación de una España de bloques necesaria para mantener la gobernabilidad y que reemplaza al bipartidismo clásico y la necesidad de movilizar a la izquierda para lograr mejores resultados de cara a próximas elecciones.