Emilio Morillas Moreno
JSC Sant Boi de Llobregat
@emilio_morillas

Desde que tengo uso de razón, siempre he vivido con mis tres sentimientos: catalán, español y europeo. En los últimos años, después del procés, se ha cuestionado mucho en Catalunya los dos primeros sentimientos, aunque algunos tengamos claro que ninguno nos puede dictaminar que podemos ser o no.

Pero el otro día, tras la cumbre de líderes europeos para afrontar la crisis del COVID-19, es la primera vez que me cuestiono mi sentimiento europeo. Mucha gente se habrá sentido decepcionada con la actitud soberbia de Alemania o Países Bajos e incluso cuestionado que significa ser europeo y si realmente vale la pena. La desafección a este sentimiento crece día a día viendo la incapacidad de los lideres europeos para afrontar de la misma manera la crisis sanitaria más importante de los últimos años. Es aquí que me pregunto, ¿qué significa ser europeo o formar parte de la Unión Europea?

Repasando los principios de la Unión Europea desde su fundación he encontrado un pequeño fragmento sobre el lema y el objetivo que tiene detrás esta unión de países:
Unidad en la diversidad” es el lema de la Unión Europea. Se utilizó por primera vez en el 2.000. Hace referencia a la manera en que los europeos nos hemos unido, formando la UE, para trabajar en favor de la paz y la prosperidad, beneficiándose al mismo tiempo de la gran diversidad de culturas, tradiciones y lenguas del continente.

Sobre el papel todo suena muy bonito pero la realidad es muy diferente. En la crisis de 2008, la mayor de nuestro siglo (de momento), se adopto una actitud neoconservadora para afrontar la crisis. Europa adoptó un modelo de austeridad, basado principalmente en recortar en todos los sectores que podían para cumplir con los objetivos de déficit y la deuda pública. Pero obviaron un grandísimo detalle: estas políticas no funcionan en todos los países de la misma manera. Los recortes del gobierno del PP fueron motivados, en parte, por la coyuntura de Europa de buscar la salvación de la economía, a costa de las millones de personas que se quedaron por el camino.

Ahora, en pleno 2020 tenemos dos posibilidades: hacer caso a Alemania y aceptar el mini rescate que ofrece siguiendo las mismas recetas de 2008 o coger las riendas de la Unión países como España, Portugal, Italia e incluso Francia y decir no a estos recortes y apostar por un modelo keynesiano para superar esta crisis, una política intervencionista para proteger a los más vulnerables. Los Estados deben ser solidarios ante esta crisis que nos afecta a todos por igual: no existen países o fronteras en esta guerra contra el COVID-19. Es el momento para que Europa se levante en contra de estas políticas austericidas y apueste por mecanismos de solidaridad, fraternidad y de unión entre compatriotas europeos.

Nosotros decidimos la Europa que queremos ser. Estoy seguro que los padres fundadores de la Unión Europea se avergonzarían de la actitud egoísta e insolidaria de algunos países.

Europa no se fundó para dejar de lado a los países que ahora la necesitan. Europa es fraternidad, solidaridad, federación y, sobre todo, unión. No permitamos que nos arrebaten la Europa que queremos. Somos un solo pueblo, somos Europa.

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